Erase que se era, en los tiempos de Maricastaña, una niña con los ojos verdes y el pelo color avellana...
Le encantaba el sol y el verano, pero el frio del invierno llegó y en casa se cobijó.
Cambió los paseos por el campo, por el calor del hogar, por una mantita de sofá y por un sin fin de sueños...
Soñó con un mundo de color, con un abrazo tierno y la esperanza de un futuro aún mejor...
Mantuvo su ilusión y se alimentó de sus sueños...
¡Soñad... soñad despiertos!, que nada apague el calor de vuestros sueños...